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25 de June de 2024

Los niños se acercan a Dios en la Liturgia de la Palabra


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¿Aprenden los niños liturgia hoy en día? ¿Cómo se transmite una enseñanza referente a la celebración cristiana? ¿Con qué didáctica se potencia mejor el aprendizaje de la liturgia en los niños? La respuesta está en el viejo refrán: “A nadar se aprende nadando”. La major manera de aprender liturgia es participar.

La experiencia hispana de “celebración” que hay en nuestro entorno da a los niños una participación muy activa; por ejemplo, ¿cómo aprenden los niños el significado de “Las Posadas” y a romper la piñata? ¿cuándo aprenden el canto para partir un pastel?

Aunque ocurre también que encontramos gente ansiosa por ir de fiesta en fiesta, sin saber qué celebra ni con qué sentido está allí; sólo es parte de un entretenimiento sin fin. Esto se puede dar también en nuestras comunidades. Muchos adultos llevan a sus niños como parte de una rutina, y esos niños, cuanto crecen, toman la opción de no volver a las celebraciones.

Introducción

Rosamaría Mora y yo hemos ofrecido talleres de liturgia a catequistas y ministros litúrgicos. Ellos nos preguntan cómo hacer para no perder a los jóvenes en nuestras liturgias. En realidad, perdemos a los niños, sobre todo cuando la familia ejerce una débil acción evangelizadora; cuando se limita a la rápida recepción de los Sacramentos de Iniciación librando un cumplimiento mínimo. Perdemos a los niños cuando la acción pastoral que proyecta una parroquia no conjunta Liturgia y Catequesis como una única realidad espiritual. Los perdemos cuando la catequesis se limita a dar los conceptos básicos y no se arraiga en la vida y cuando la liturgia es un ritualismo sin el vigor de la participación comunitaria.

El Directorio General de la Catequesis afirma: “La Catequesis y la Liturgia están íntimamente conectadas en la misión de evangelización de la Iglesia… ambas tienen su origen en la fe de la Iglesia” (33). Catequesis y Liturgia están referidas una a la otra. La celebración requiere de la formación en la fe, y la catequesis viene a ser una iniciación para vivir y gozar a plenitud los signos litúrgicos, sobre todo los sacramentos. El compromiso de la catequesis es adentrar a los creyentes en la Liturgia, y la Liturgia es una catequesis en acto. Sacrosanctum Concilium afirmó: “La Liturgia contiene también una gran instrucción para el pueblo fiel” (33).

Sin embargo, cuando se habla específicamente de “Catequesis Litúrgica”, el Directorio define: “La Catequesis Litúrgica pretende introducir en el Misterio de Cristo procediendo, de lo visible a lo invisible. Del signo al significado, de los sacramentos a los misterios. La Catequesis Litúrgica fomenta un sentimiento más profundo del significado de la Liturgia y de los sacramentos” (p. 123). En otras palabras, la Catequesis Litúrgica es una enseñanza capaz de dar a gustar las promesas de la fe, de concienciar la vivencia de la comunidad como Cuerpo de Cristo, capaz de “tocar” las zonas afectivas, mover la voluntad para la misión y el servicio.

Recuerdo las liturgias de mi niñez. Mi padre me decía al oído: “Aspira hija, ¿hueles el incienso? Mira cómo lo esparcen por el altar, cierra los ojos para que te cale hondo”. Mi padre era un catequista por naturaleza, constantemente dirigía nuestra observación a todos los ritos. Acabada la misa, de regreso a casa, abundaba la explicación. En casa, mi madre tomaba todas las iniciativas en las devociones, y mi padre la secundaba añadiendo un comentario sabroso sobre su significado. No había ritos vacíos, así fuera la bendición para ir a la escuela, estaba impregnada de convicción sincera. Creo, que aunque no me hubieran dado explícitas enseñanzas, su actitud reverencial era en sí misma una lección. Los símbolos y los movimientos se vivían sin prisa: cera de abejas ardía en nuestras manos, campanas que estremecían a la asamblea, miradas intensas dirigidas al Santísimo y, sobre todo, cantos asociados con las cosas que amábamos. Nuestra manera de “participar” no era precisamente tomando un protagonismo, sino tomando conciencia. Se nos grabó para siempre la Pascua y la Navidad, así como resultaron inolvidables los funerales o las bodas.

Actualmente, las Ciencias Humanas profundizan sobre los símbolos y el poder de los ritos en la persona. También las Ciencias de la Educación profundizan diversos caminos para acceder al aprendizaje a través de las inteligencias múltiples. A todos los aspirantes a carreras magisteriales se les enfatiza que el conocimiento se transmite de manera eficaz en la conjunción de la experiencia a través de los sentidos, los afectos, los movimientos, la conciencia de las actitudes. Ahora se sabe que las percepciones del sentido de las cosas camina a través de los símbolos y que la inducción a la lógica del pensamiento se expresa a través de la complejidad del lenguaje y de las ciencias exactas. Todo este paquete ha estado presente en la sabiduría de la Iglesia. La introducción a la Instrucción General del Misal Romano (IGMR) explica cómo la Iglesia tiene un tesoro guardado y amorosamente cuidado por generaciones en sus sacramentos. No nos toca hacer “creaciones” originales con cada celebración por la sencilla razón de que nosotros no reinventamos la Liturgia, sólo acompañamos a las nuevas generaciones a adentrarse en ella. La liturgia nos antecede en su misterio, nos precede en su magnitud, nos corresponde escalonar el acceso a ella, y éste no es cualquier desafío.

El movimiento de renovación litúrgica resaltó que la liturgia es celebración con la totalidad de la persona. La catequesis litúrgica debe tener en su objetivo este principio. Que el niño aprenda a celebrar con su ser entero, con su cuerpo, con sus sentidos, con sus afectos, con su voluntad e inteligencia. Que no quede ninguna zona sin tomar parte de la acción sagrada. Sacrosanctum Concilium insistió que la participación de los fieles debe ser plena, consciente y activa (14). Los ritos no por ser profundos son inaccesibles. Los niños y niñas pueden participar cuando la catequesis los guía acertadamente. Y la catequesis no debe olvidar que la liturgia no puede aprenderse como una lección de aula, porque la experiencia celebrativa pertenece a la esfera de lo sagrado y de lo lúdico. La fiesta religiosa es una experiencia más parecida a esa alegría que se ve en los niños cuando salen al recreo que cuando atienden la lección en el pizarrón. Los niños también saben expresar el arrepentimiento, la gratitud y la acción de gracias. Lo saben decir cantando y con movimientos. Lo saben decir con signos y colores. Una procesión, una reverencia o un abrazo de paz son mucho más que un movimiento gimnástico o mecánico. A los niños no les gusta expresarse como robots; cuando participan en la liturgia reflejan cuánto están catequizados.

Dentro de la Eucaristía, hay un momento explícitamente educativo en la Liturgia de la Palabra. El Directorio de la Catequesis señala: “La catequesis se vigoriza cuando la palabra de Dios es más profundamente comprendida y desarrollada por las Personas que cultivan su fe bajo la guía del Magisterio” (p. 61).

La Catequesis Litúrgica

Las escrituras para ser comprendidas, gustadas y llevadas a la práctica deben ser bien enseñadas. Al ministerio ordenado, directamente responsable de la homilía, se le pide ofrecer un comentario sobre la Escritura que sea verdaderamente evangelizador y catequético. Cuando la homilía va dirigida a una asamblea tan amplia, con personas de todas las edades, es difícil. Por fortuna, hay parroquias donde se celebra la Liturgia de la Palabra con los niños, en un lugar apropiado, y en ella los niños reciben el mensaje de las Escrituras de un leccionario con textos aptos para la comprensión de los niños. Sin embargo, tenemos pocos ministros capaces y preparados con diligencia para hacer de este momento una fusión entre Catequesis y Liturgia. Mi colega Rosamaría Mora y yo visitamos diversas misas donde se celebra la Liturgia de la Palabra con los niños, y nos percatamos, una y otra vez, de la necesidad de fortalecer este ministerio con formación en la Escritura, en la Liturgia y en el arte de enseñar.

Los domingos, si invitamos a los niños de una misa en español a una celebración de la Palabra adecuada a su edad, la primera sorpresa es la cantidad de niños que se dirige al salón. Es necesario un equipo bien organizado, donde intervengan tanto ministros litúrgicos como catequistas que deben planificar bien, domingo tras domingo, una serie de acciones: el envío, la procesión con su Leccionario, la proclamación, la respuesta cantada del Salmo, la explicación de la Escritura, el compromiso y la oración de los fieles. Además se necesitan personas con los requisitos de protección de menores para acompañar a los que necesiten ir al baño, y ambientadores que estén ofreciendo al lugar el colorido y la ambientación acorde con el tiempo litúrgico. Al preparar los domingos, se puede aplicar el uso de las inteligencias múltiples, ya sea enfatizando la inteligencia musical con un canto, la kinestesía con diferentes movimientos, la lógica con una homilía donde intervengan buenas preguntas, entre otras cosas. Se puede hacer énfasis en el silencio o en el sonido, en los gestos o en los colores, en la escucha de sus compañeros, en la apreciación de una melodía o escenificar algunos de los evangelios como la Epifanía o el Hijo Pródigo.

Lamentablemente el momento precioso destinado a la Liturgia de la Palabra con los niños se ve fuera de su objetivo cuando los voluntarios se limitan a sacar a los niños para entretenerlos, para “repasar” una lección de la catequesis o ponerlos a rezar. Hemos encontrado parroquias que pretenden armar durante este tiempo un programa estilo la “escuela dominical” de los hermanos separados. No se trata de reinventar algo, sino de hacer accesible lo que están viviendo los adultos a su nivel. La Editorial Treehaus además de los Leccionarios, tiene excelentes guías en español para el año A, B y C (http://www.treehaus1.com).

Sin embargo, nos hacen falta todavía trabajos de más creadores que favorezcan con sus sugerencias en el área de la decoración y, más todavía, se necesita la aportación de compositores que revistan los Salmos para niños así como cantos procesionales estacionales. Los esfuerzos de Lorenzo Florián en esta área son un excelente ejemplo y ojalá tengamos más aportaciones en esta línea.

Conclusión

Termino preguntándome quién es responsable de la catequesis litúrgica. ¿Hay algún ministerio específico? Creo que la mejor respuesta es Todos y cada uno. Cada asamblea debe hacerse esta pregunta y reflexionar en la razón de la ausencia, si los adolescentes y jóvenes abandonan la Liturgia. Pero a la vez, debe haber personas con un llamado específico a conjuntar en ambas su misión y servicio.A esta pregunta que resonaba en el templo: —”¿A quién enviaré? ¿A quién enviaré?” Isaías respondió con prontitud: “—Aquí estoy, envíame a mí” (Is 6:8). Así como el profeta respondió, ojalá haya numerosos creyentes que se dejen despertar por el mismo Espíritu y se ofrezcan a este urgente e importante servicio: acercar a los niños a Jesús. A Jesús Eucaristía, Palabra y Comunidad.

Publicado originalmente en Liturgia y Canción © 2009 OCP. Derechos reservados.

Petra Alexander es la Directora de la Oficina de Asuntos Hispanos de la Diócesis de San Bernardino, California. Tiene licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Iberoamericana (México). Es miembro del Instituto Nacional Hispano de Liturgia y da clases de crecimiento humano y espiritual del pueblo hispano. Ha publicado artículos y libros sobre espiritualidad con la editorial Liguori Publications.