Tras permanecer con sus apóstoles durante cuarenta días tras su Resurrección, Jesús ascendió de nuevo al Padre, no sin antes dejar instrucciones sobre lo que vendría. En una comprensión trinitaria de la misión futura, Jesús habla a sus discípulos, «…por el Espíritu Santo…» (Hechos 1:1), sobre una promesa del Padre: serían bautizados con el Espíritu Santo.
La fascinante historia de Pentecostés, que relata la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente, se manifiesta externamente por algo aparentemente ilógico: la capacidad de hablar en diferentes idiomas simultáneamente. Por lo tanto, la Iglesia naciente se funda como sacramento del Espíritu Santo mediante la comprensión universal. Quienes presenciaron el acontecimiento quedaron sorprendidos y asombrados por esta transparencia del lenguaje y la comunicación. Los apóstoles y la Iglesia primitiva recibieron el don del Espíritu Santo mediante la libertad de comunicación, pues dijeron: «Aquí viven personas de Partia, Media, Elam, Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto y la provincia de Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las regiones de Libia cerca de Cirene. También hay personas de Roma que viven aquí; algunos son judíos de nacimiento, otros se han convertido al judaísmo. También hay personas de Creta y Arabia. ¡Y les oímos hablar en nuestras propias lenguas sobre las maravillas de Dios!» (Hechos 2:9-11)
Observe la última frase: «Los oímos hablar en nuestras lenguas sobre las maravillas de Dios». El don del Espíritu Santo se manifiesta mediante lenguas en Pentecostés para hablar de las maravillas de Dios. No como un don de erudición humana sino un medio espiritual de comunicación que Dios quiso establecer como el evento fundacional de su Iglesia en Pentecostés. Así, la universalidad de la Iglesia comenzó a forjarse mediante la capacidad, flexibilidad, habilidad e intencionalidad de expresar las maravillas de Dios, en todos los idiomas, al mundo entero.
Los registros históricos del desarrollo de la expresión comunitaria a través de la liturgia revelan una tensión cultural constante en el deseo de que el mensaje de Cristo llegue a todas las culturas e idiomas. Al abordar las barreras lingüísticas entre quienes hablaban hebreo o arameo, los judíos de la diáspora que hablaban griego, e incluso los romanos que hablaban latín, la Iglesia ha preservado constantemente este don fundamental del Espíritu Santo a lo largo de los siglos. También se ha esforzado por perseverar en la expresión del Evangelio en diferentes idiomas, como un don único del Espíritu Santo que habla y puede ser comprendido por todos.
Construyendo sobre el fundamento de los dones del Espíritu Santo, la Constitución Dogmática Dei Verbum nos enseña también cuán profundamente arraigada en su naturaleza encarnacional está la idea de hacer accesible la comunicación de la Palabra de Dios a todas las naciones y lenguas: «Las palabras de Dios, pronunciadas en lenguas humanas, se hicieron a semejanza de los hombres, así como el Verbo del Padre eterno, habiéndose encarnado a partir de la debilidad humana, se hizo a semejanza de los hombres» (DV, 13).
La Iglesia en Estados Unidos, en su deseo de escuchar las voces de diferentes culturas, ha buscado maneras de mejorar el acceso a las parroquias y feligreses que hablan otros idiomas, como señala la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB): El objetivo es lograr una comprensión que fomente la participación activa de todos los miembros de nuestras comunidades. La Introducción al Leccionario para la Misa (1981) enfatiza firmemente la importancia de que las lecturas de la Escritura sean comprensibles, tanto en su traducción (n.º 111) como en su proclamación de manera "audible, clara e inteligente" (n.º 14). Porque "la participación de los fieles en la liturgia aumenta en la medida en que escuchan la palabra de Dios pronunciada en la liturgia..." (n.º 6). La comprensión es especialmente vital para el Evangelio, "el punto culminante de la liturgia de la palabra" (n.º 13).
La Conferencia de Obispos promueve el encuentro intercultural y multilingüe en las parroquias mediante celebraciones eucarísticas bilingües. Estas, conocidas como misas bilingües, brindan una valiosa oportunidad para reafirmar y manifestar el don del Espíritu Santo de "hablar en nuestras propias lenguas las maravillas de Dios" (Hechos 2:11). Este objetivo se logra con mayor eficacia al hacer que las lecturas de la misa, algunas oraciones e incluso los himnos sean accesibles en diferentes idiomas, reflejando la dignidad de la Eucaristía y enriqueciendo a toda la comunidad. Un aspecto importante de una misa bilingüe es el uso de misales bilingües, que incluyen versiones aprobadas por la Conferencia de Obispos (USCCB) y que, gracias a los avances tecnológicos y creativos, están diseñados para ofrecer transparencia lingüística, apoyando y fortaleciendo estos momentos de celebración intercultural. Con un misal bilingüe, todos pueden seguir las lecturas, las oraciones y los himnos en su propio idioma, de manera fluida y accesible.
Los misales bilingües tienen un gran impacto positivo al crear oportunidades para encuentros culturales arraigados en la fe. Si bien no existe un formato único ni uniforme, la creatividad, la singularidad y la sensibilidad cultural permiten que el Espíritu Santo guíe estas experiencias en la vida parroquial. En nuestra próxima entrega, exploraremos algunas experiencias, sugerencias e ideas que pueden inspirar a su comunidad a usar misales bilingües durante una misa bilingüe.
Leer más sobre las liturgias bilingues